martes, 23 de diciembre de 2008

Watchmen


Entre 1986 y 1987 se publicaron los doce capítulos que más tarde se reunieron en un tomo con el nombre de Watchmen. Este ambicioso proyecto del guionista Alan Moore y el dibujante Dave Gibbons irrumpió con fuerza en el mundo del cómic, coleccionando un buen número de premios y dejando a la posteridad, un estilo muy personal y original de contar los acontecimientos. La narración no es nada lineal ni predecible, encontramos unos sucesos contados desde varias perspectivas y todos ellos situados en el marco de un mundo en continuo conflicto. Fechado en 1985, se avecina una más que probable guerra nuclear entre las dos superpotencias mundiales, los Estados Unidos y la Unión Soviética. Estéticamente recuerda a una película de cine negro, en una Nueva York bastante deprimida y en la que sus habitantes asisten con pesimismo al que suponen el fin del mundo. Entre todo este barullo tenemos a los protagonistas, unos hombres y mujeres que han decidido, a imagen y semejanza de los superhéroes de los cómics, impartir la justicia que ellos creen necesaria. Estos seres ocultan su verdadera identidad bajo un disfraz, así patrullarán sin descanso y velarán por la paz. Este grupo no es sino la continuación de otros pioneros en el asunto, alguno, de hecho, ha heredado el envoltorio de su ídolo. Cada capítulo nos destripará a un personaje, sabremos su historia y como ha llegado a convertirse en un justiciero enmascarado. Además nos introduciremos en su forma de pensar y conoceremos sus miedos y virtudes, sabremos de qué pie cojean y como afrontan los acontecimientos que atormentan a la humanidad. Aparte de esta función meramente descriptiva, el autor va avanzando sutilmente en la trama, que da comienzo con el intrigante asesinato de uno de los héroes con métodos más discutibles. A menudo nos podemos encontrar con flash backs que nos aclararán puntualmente ciertos asuntos que se nos puedan escapar por la densidad de los hechos. En cada capítulo tenemos incluída una buena dosis de intriga y un argumento que mantendrá el interés y la tensión en todo momento, acompañado de un dibujo sobrio y de una composición sumamente interesante. Eso es lo más importante en el diseño de las viñetas, como es capaz de componer con un buen gusto y un saber hacer impresionante, a través de detalles que ganan partido al realismo, del que tampoco carece en absoluto. Ese aspecto, unido a la habilidad con la que el guión nos conduce a través de la historia, es lo que hace a la obra brillante e innovadora, mostrándose irónica y transgresora. No solo los protagonistas tienen interés, con su ideología y sus actos, aparte tenemos un rico elenco de secundarios que se van haciendo un hueco poco a poco, dando una riqueza importante, a la vez que un punto de vista muy particular. Conoceremos el parecer de unos detectives, el martirio emocional sufrido por el psicólogo que tratará de navegar a través de los pensamientos de uno de los héroes enmascarados, también conoceremos sus problemas conyugales, seguiremos atentamente las diferencias entre una pareja de lesbianas y sabremos como va el mundo a través de un par de personajes que yo definiría como imprescindibles. Se trata del kiosquero que reparte y se empapa de la prensa, conoce todas las tendencias ideológicas y no para de dar su opinión aunque nadie le pregunte. A su lado se encuentra siempre, sentado, un chico sin parar de leer un cómic de piratas que narra una aventura espeluznante que mantiene un peligroso paralelismo con la realidad. Es curioso como a pesar de permanecer horas y horas tan cerca, no conocen ni siquiera sus respectivos nombres. Como si de un castillo de fuegos artificiales se tratara, podemos distinguir algunos puntos álgidos, como el capítulo en el que conocemos en profundidad al llamado Doctor Manhatan, un hombre victima de un accidente a través del cual adquiere unos poderes tales que desencadena el aumento de las tensiones entre americanos y soviéticos, ya que la balanza se desnivela peligrosamente hacia el costado yanqui. Sagaces saltos de tiempo llenos de filosofía y de su particular manera de permanecer impasible ante los acontecimientos, volverán loca a su pareja, la también heroína, Espectro de Seda. La mujer acabará abandonando a ese personaje tan especial. Este partirá a Marte donde seguirá jugando con el tiempo. Precisamente a raíz de esa ruptura nace una nueva relación, la mujer encontrará compañía en Búho Nocturno y poco a poco el cariño se convertirá en algo más. Rorschach será otro de los héroes, con una estética más marginal, sin tanta floritura, tendrá una actitud más callejera y oscura. El llamado Comediante será el superhéroe más discutido, procedente de la vieja guardia, por su particular forma de actuar también será el más odiado y encontrará su sitio realizando trabajos sucios para el gobierno. Realmente lo que encontramos no son superhéroes todopoderosos capaces de hacer el bien con solo mover un dedo, aquí tenemos más bien antihéroes, venidos a menos y avergonzados, en la mayoría de casos, de su pasado. Por último tenemos al conocido como el hombre más inteligente de la Tierra, Ozimandias, que tramará en la sombra un nuevo orden mundial. Mientras, la vida continúa en una Nueva York cada vez más convencida de la llegada del juicio final. Está dibujada de una manera muy especial con todos esos detalles decadentes de las grandes urbes llenas de gente, pesimismo y contaminación. Ese aspecto decadente se mezcla con un romanticismo muy genuino ganado a través de los años y que esta representado magníficamente en el detalle del grafiti de la sombra de los dos enamorados besándose. Pero ya hay alguien que ha decidido el destino de la ciudad, como ocurrió en Hiroshima, las víctimas inocentes servirán de justificación para conseguir un fin, en este caso la paz mundial. La diferencia esta en que al suceder la catástrofe en la Meca del mundo occidental, Nueva York, parece más cercana y trágica. No parecen contar lo mismo las víctimas del lejano oriente que las de la ciudad más influyente del planeta. Al concluir con las cuatrocientas páginas de la novela gráfica, hay una cosa que no te atrapará, será la indiferencia. La reflexión será inevitable, compararás cada punto de vista con el tuyo propio y te darás cuenta que incluso los tuyos son más que discutibles. Es muy complicado juzgar, es imposible ser parcial cuando los acontecimientos te desbordan. De todos modos siempre viene bien un poco de autocrítica, ver como tenemos, o tienen, montado el mundo, espero que aquí esté todo más dramatizado por el bien de la obra, pero ¿quién sabe?, nada está en nuestras manos cuando alguien nos vigila, pero ¿quién vigila a los vigilantes?

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