miércoles, 8 de julio de 2009

El almanaque de mi padre


He aquí una joya de estantería, una de esas historias sencillas y a la vez profundas que nos muestran la esencia de una familia enfrentada a los acontecimientos que la rodean. Muy bien relatado como los hechos afectan a un niño o a su padre, cada uno se toma las cosas de una manera, eso es evidente, y aquí se plasma de forma concisa y fiel. Es un lujo comprobar el dibujo sencillo y efectivo de Jiro Taniguchi, que sin mucho artificio es capaz de trasmitir una atmósfera entrañable, como si el que recordara su vida fuera el lector y como si la pequeña ciudad japonesa donde transcurre la acción fueran nuestros recuerdos más tiernos. Es de destacar la creación de los personajes, tanto a nivel narrativo como artístico, pues los rostros van atravesando el tiempo en perfecta harmonía con la realidad, es como ver fotografías a través de los años. Como resumen podemos citar una frase mítica, en un momento dado se hace referencia a que puede haber algún hijo que no quiera a sus padres, pero no hay ningún padre que no quiera a sus hijos. El caso es que vemos como un personaje acude, después de mucho tiempo, a su tierra natal para acudir al funeral de su padre. Absorbido por el trabajo siempre se escudaba en él para no volver allí, aparte de no conservar un buen recuerdo de su infancia ni de su padre, al que realmente no conocía ya que, testarudo, se negó a ello. Estamos ante un tipo egoísta, uno de esos que cuando las cosas no van como deberían y se tuercen parece que sea el único que lo pasa mal. Normalmente eso se pasa con la adolescencia, pero la distancia y su inmersión en el mundo laboral le hicieron que esa situación de desagradecimiento se alargara y que diera un giro cuando ya no tenía remedio. La verdad es que nunca sabes lo que tienes hasta que lo pierdes y cuando llega al funeral se encuentra con los seres queridos que había dejado atrás y entre conversaciones irá conociendo realmente como era su padre y todo lo que no quiso ver. La metamorfosis espiritual que se forjará en su interior será inevitable al comprobar como todo el mundo apreciaba a su progenitor, rememorará su pasado y se dará cuenta de que si en vez de haber dramatizado tanto se hubiera dedicado a saborear cada momento, ahora su corazón estaría más pleno y tendría otras prioridades. Es una historia universal, el niño se hace hombre y llega un momento en que se enfrenta solo al mundo, pero no por ello debe renunciar a sus orígenes. Es una obra llena de sentimiento y emocionante, no por su acción desmedida, sino por todo lo que desprende y lo que significa. Ver esas fotografías dibujadas, en las que se muestran recortes de la vida, son recuerdos de la vida misma, son un trozo de nosotros, de los viejos tiempos, de un lugar entrañable que habita en nuestros corazones y que periódicamente regresa con melancolía a nuestros pensamientos. Es una historia imprescindible.

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